viernes, 28 de enero de 2011

El lenguaje bíblico de las profecías

Probablemente, la causa más frecuente de que existan tantos malentendidos e interpretaciones erróneas de la Biblia, se derivan del hecho de que ésta, en muchas de sus partes, se encuentra escrita en un lenguaje alegórico, metafórico, simbólico. 
¿Por qué es ésto?
¿No podrían haberse entregado los mensajes que vienen de lo alto en un lenguaje, digamos, común y corriente, sin necesidad de metáforas o alegorías?
La respuesta es no.
Para poder ilustrar ésto, imaginemos que, mágicamente, una persona de la era moderna es transportada hacia otra época, digamos, dos mil años atrás, algo así como el personaje de la novela "Un Yanqui en la Corte del Rey Arturo" de Mark Twain. Imaginemos que esa persona quiere platicarle a quienes le rodeen en esa época -suponiendo, claro está, que esas personas mágicamente también, hablaran español más o menos moderno,-lo que tuvo que hacer para irse de viaje desde su país a, digamos, Disneylandia, comenzando desde el momento en que levantó un teléfono para comunicarse a una agencia de viajes. ¿Un qué para comunicarse adónde? le preguntarían azorados sus interlocutores. -¡Un teléfono! ¡Un...! ¡Claro, tonto de mí!- se diría nuestro imaginario viajero en el tiempo, dándose un golpe en la cabeza -¡si todavía no se inventa el teléfono!
¿Qué haría usted en esa situación? Ciertamente acabaría por tomar elementos familiares y comprensibles para sus interlocutores que podrían darles alguna idea de a qué se está refiriendo usted.
Probablemente, después de vanos intentos, usted decida, para darse a entender de ellos, tomar un cordel y haciendo hoyos en el fondo de sendos vasos de cerámica, conectarlos para que a través de la vibración acústica, un remedo muy primitivo del teléfono digital que usted tiene en su casa, sirviera para describir algo cuya noción fundamental -la comunicación a distancia- resultaría impensable para dichos interlocutores.
Hasta ahí, aun con problemas, usted pudo describir el teléfono. Ahora, al pasar a describir el sentido de la existencia de algo que usted ve tan familiar -una agencia de viajes- usted, probablemente, se topará con una tarea digna de Hércules. Tendría que comenzar por explicar -en una época donde no existían proveedores de servicios intangibles- todo el contexto en que se inserta el concepto de una agencia de viajes que se dedique, no a cultivar patatas ni a hacer pan o rejas de arado, sino a vender ¡boletos de avión! ¿Qué de qué? preguntarían sus interlocutores, rascándose la cabeza. -¡Boletos de avión!- trataría usted de explicar, sin saber a ciencia cierta si le están comprendiendo- ¡papelitos por medio de los cuales se le permite subirse a un avión!.
¿Un avión? ¿Y éso que es?-preguntarían una vez más, los desconcertados habitantes de esa remota época. Y ahí, para ellos, usted entraría en el terreno de lo sobrenatural, de lo fantástico, de lo mágico. Dejemos la descripción de una máquina voladora a la creatividad de usted...así como la tarea, al intentar describir Disneylandia y a Mickey Mouse, de ingeniárselas para evitar ser quemado en leña verde por hechicero o apedreado por lunático.
No importa el camino que usted tome para ello, tendrá finalmente que recurrir a alegorías, metáforas, parábolas y símbolos, tomando objetos e ideas comprensibles para sus interlocutores, para hacerse entender, aunque sea en mínima parte, por ellos.
Aunque de una manera un poco simplista, es ésta la explicación del porqué los mensajeros de la Divinidad han precisado de usar símbolos y alegorías (rollos que vuelan, tronos, candelabros, vasijas de aceite, etc., etc.) para describir, con términos limitados, las cosas de índole superior. Por supuesto, el contexto cultural de los recipientes de esos mensajes tendría que ser tomado en cuenta. Así vemos cómo en la descripción de los tormentos que acarrea un mal comportamiento son descritos, para los lapones o esquimales, como un frío de magnitudes aterradoras, mientras que para los habitantes de zonas menos gélidas, la alegoría usada fue la del fuego quemante.
Imagine por otro lado, que alguien le encargara a usted transcribir "La Guerra y la Paz" de Tolstoi, pero usando para ello una máquina de escribir a la que le faltaran cuatro o cinco letras -las que usted decida-. O trate usted de tocar "La Novena de Beethoven" en un piano al que le faltaran tres notas naturales en cada octava, digamos, las notas do, mi y sol o las que usted escoja. En ambos casos, sus lectores u oyentes, tendrían que hacer uso de su imaginación para deducir todo aquello que, por falta de elementos, tuvo que ser omitido o verse reducido.
Hecha esta explicación, será más fácil comprender el lenguaje aparentemente oscuro o cifrado en que fueron entregadas las anticipaciones o profecías de la Bilbia!..

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